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Esta semana santa decidimos con unos amigos hacer algo diferente para desconectar los pocos días que teníamos. Después de varias opciones apareció una gran idea: hacer el camino de Santiago.

Nos pusimos a investigar un poco sobre los tramos y destinos posibles. En muchas webs leí algo que no me cuadraba: “El camino me ha cambiado” o frases como “He vuelto diferente”, “Ahora, si sé lo que quiero”. La verdad es que pensaba –Vaya chorrada. Debe ser del cansancio de andar- Y me imaginé el camino, cómo unos días paseando con amigos por el campo y con buenas vistas.

Elegimos el tramo del norte que va de Irún a Santiago de Compostela. Cogimos el coche hasta San Sebastián, lo aparcamos cerca de la Universidad (ya que el parking es más barato) y andando nos fuimos hasta la estación de tren para coger el Euskotren hasta Irún.

Al llegar fuimos directamente hasta el Albergue municipal para recoger la credencial del peregrino y así sellarla. Y cómo buenos peregrinos nos fuimos hasta el puente de Bidasoa que es dónde empieza el camino.

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Para atajar el camino, ya que empezaba a anochecer, escogimos un sendero alternativo que pasaba por una antigua estación de tren. Volver no queríamos, ya que perderíamos mucho tiempo y de repente encontramos un hombre mayor y le preguntamos si ese camino nos llevaría al cruce y nos respondió que si. Bueno, sin creérnoslo mucho le seguimos. Cuando ya llevábamos unos quince minutos andando, le pregunté si hacía ese camino a menudo y me responde – no que va es la primera vez que paso. Imaginaros nuestra cara O_O.

Al final llegamos al albergue Capitán Tximista (Rayo) y nos alojamos. La mañana siguiente nos levantamos, lucía el sol y subimos hasta Santa Guadalupe con una pendiente muy fuerte. Había llovido por la noche y el suelo estaba embarrado y resbalaba pero nos daba igual, teníamos muchas ganas y lo cogimos como una diversión (Primer punto: un obstáculo lo transformamos en reto y oportunidad para reírnos).

Al llegar arriba, las vistas eran espectaculares y descansamos cuerpo y mente deleitándonos con el mar y la costa de Hondarribia.

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Seguimos el tramo hasta llegar a Pasajes de San Juan. Esos pueblos a los que o te lo recomiendan o no caes por casualidad. Y la verdad es que el atractivo de las arcadas, la riba, los muelles de antaño, y sus bares para tomar zuritos hacen de él una parada obligatoria.

Al llegar al albergue, éste no abría hasta las 16:00 y al llegar no teníamos ni agua ni fuerzas para bajar hasta el pueblo a buscar agua. De repente aparece un bilbaíno más majo que pa’ que, que nos dice –Voy al pueblo a buscar agua, queréis que os traiga algo?- El tio cómo si nos conociera de toda la vida. (Punto dos: Los desconocidos se vuelven conocidos si te ayudan. Entonces ayudar es una buena tarea).

Siguiendo éste planteamiento y pensando en ello abrieron el albergue, nos asignaron las literas y entre que nos duchamos y vestimos para ir a cenar, aparecieron dos alemanes de unos 22 años con unas mochilas enormes, mojados por la lluvia que al entrar no sabían articular palabra en español. No es que sepa mucho inglés pero como sus literas estaban cerca de las nuestras me atreví a preguntarles algo en inglés.

Para mi asombro, respondieron cómo si hubieran visto la salvación y me contaron que se pensaban que en España todo el mundo sabe inglés como en Alemania y al llegar se habían dado cuenta que nadie les entendía. Llegaron al Albergue gracias a los mapas y estaban muy cansados porque habían venido en autocar desde Alemania sin dormir dos días seguidos.

La mañana siguiente, avanzamos, junto con los alemanes, el trayecto marcado subiendo por unas 300 o más escaleras hasta un faro desde donde se ve todo el mar Cantábrico y Pasajes de San Juan. Llegamos hasta San Sebastián y caminando hasta el albergue para dejar a los alemanes y nosotros sellar, la gente que estaba de visita en la ciudad nos gritaban “Buen camino caminantes” y algunos nos hacían fotos, así de escondidas, cómo para no ofendernos pero si para guardar un recuerdo de unos peregrinos.

Deseos de muchos, que hacen realidad pocos que deciden hacer un parón en sus vidas para disfrutar de la naturaleza. (Punto tres: Yo mismo hubiera fotografiado a unos peregrinos si me hubiera encontrado en la misma situación, para al llegar a casa y enseñar las fotos decir: -mirad, esos chicos hacían el camino de Santiago.-Y así estar más cerca de un hecho, que mucha gente quiere hacer pero que nadie tiene tiempo).

Que decir de las noches de San Sebastián. Cualquiera que haya ido sabrá de sobra que entre montaditos y pinchos, caen más de dos Txacolís y zuritos.

Volviendo en coche repasaba lo sucedido. Realmente no vuelves igual, ahora veo que esa gente que volvió y contaba su experiencia ya no eran los mismos. El camino nos había regalado otros “momentos” para darnos cuenta que en casa viendo la tele disfrutas con los ojos y los oídos, pero dónde experimentas esos “momentos”, dónde creas bonitos recuerdos es cerrando la puerta de casa, saliendo a la calle y disfrutar de lo que te depara el destino.